ABSURDOS CUENTOS DE AMANDA: EL DESCEREBRADO II PARTE

Una cosita os aviso: DEBÉIS LEER LA PRIMERA PARTE EN PECOROIDES INMUNDOIDES. o no entenderéis nada y encima os maldeciré por siempre!
...Fue entonces cuando temí por mi futuro como conjunto de aquel cuerpo. Afortunada y repentinamente calló, se levantó y se fue a casa, donde se vendó el muñón.
Quédabamos cuatro dedos, DEAMADEPI, DECOMADEPI, DEGORMADEPI Y YO. Dormimos tranquilos pensando que todo había acabado, pero estábamos muy alejados de la realidad.

Cuando depestarmos el ambiente resultaba escalofriante sabiendo lo que sabíamos y temiendo lo que nos temíamos. Una mesa cubierta con tapete verde, una única lampara colgaba desde el techo sobre dicha mesa, iluminando aquella habitación tupida de humo en la que estábamos. - Una Ouija? - preguntó el iluso de DEGORMADEPI?. Pero no, nada de eso. Ojalá... Pibel se encontraba frente a tres jugadores de póker y no tardó en emocionarse demasiado, apostar de farol y volver a perder.

Este hombre no hubiese sido útil ni en una simple carrera de chapas. Era lerdo, y así estábamos pagándolo todos sus dedos, desmenbrándonos de él.

Esta vez cayeron DEAMADEPI y DECOMADEPI, quedándo solitos el gordito y yo. Pero siguió jugando. Aún me quedaba la esperanza de sobrevivir a DEGORMADEPI, porque como ya os dije en el Pecoroides Inmundoides, (que sé que habéis tenido que cambiar de blog para leer el final de mi triste historia) yo siempre me sentí su favorito porque jamás me mordió ni un triste padastro, siempre uso lima de madera para dar forma a mi uñita e incluso me retiraba cuidadosamente la cutícula con el palito de naranja que pocos, muy pocos hombres usan.

Pues bien, allí quedaba yo, en una mano sangrante pero pronto descubrí porqué.

Pibel tenía guardado un AS (que no SOTA) en su manga de ex-inspector. Conmigo podría participar en la quizá fuese su última apuesta, donde no solo perdería un miembro, si no la vida. Era arriesgar todo por el todo, el mayor placer de un ludópata demente como él era: "La ruleta rusa". Como carecía de todos los dedos excepto el menda que os cuenta esta historia, tuvieron que pegarle la pistola a la palma de lo que aún parecía su mano con fuerte espadradapo, quedándo totalmente inmovilizada con el único movimiento posible de mi persona para apretar el gatillo.

Disparó una vez. La bala no salió. Le despagaron el arma y probó suerte el contrincante, que también se salvó. De nuevo Pibel se salvó otras dos veces, y de nuevo el otro jugador gozó de la misma suerte. Quedaban dos tiros. El turno era nuestro. Pibel acercó la pistola a su sien. Yo estaba algo cansado pero apreté el gatillo. Entonces quedó probado fisicamente lo que yo siempre supe, que Pibel era un descerebrado.

Ahora soy libre, independiente de cualquier cuerpo y de cualquier tipo de mente perturbada (como el que os muestro en la foto) y vivo en las alcantarillas con otras muchas partes desechadas de cuerpos.

Soy feliz.

DEINMADEPI