LOCURA IV (año 1998)
Mama- dijo el pequeño Jim- ¿por qué me duele todavía la muela?
Hacia ya cinco días que Jim se había quitado una de las muelas del juicio pero parecía que le quedaban secuelas. Tenía un dolor en el espacio hurgado que mediaba entre lo insoportable y lo inesperado. Los calmantes empezaban a formar parte del organismo de Jim, por lo que cada vez debía tomarlos con mayor frecuencia y en mayores dosis.
¿Y su aspecto? Parecía un balón de reglamento, pero eso si, un balón de reglamento dolorido, muy dolorido. Es por esta inflamación por la que se agravaba cada vez mas el dolor, puesto que cada vez se le hinchaba mas y mas, y el tejido adiposo posee unos límites, y si los sobrepasas, este puede reventar.
Debe ser horrible que se te desgarre la mejilla por una incontrolable inflamación. ¡pobre chaval! Luego le quedaría una cicatriz para toda la vida, y daría miedo a los niños, y se reirían de él... y todo por qué? por una muela. Una muela caprichosa que quería ver el mundo, quería crecer, masticar, triturar y finalmente picarse por algún extremo como suele suceder siempre. Luego habría que empastarla, quizás hasta destruirle el nervio, y la muela sufriría, y ¿por qué darle una vida tan cruel?, es mejor extirparla antes de que se pudra y evitar así su sufrimiento.
En un momento de locura inflamatoria, Jim se arrancó los puntos con los que le habían cosido aquella extirpación. Evidentemente, empezó a sangrar como un descosido (nunca mejor dicho). Se intento tapar con el dedo la hemorragia, pero fue mas bien inútil. Además, como Jim era algo antihigiénico, tenía el dedo sucio y se infestó la herida. Se le hinchó aún mas.
Ahora tenía una doble inflamación: la de la operación y la de la acumulación de pus. Al igual que ahora tenía una doble inflamación, también se le agravó el dolor porque si la extracción de una muela duele ¿qué será cuándo esta se vuelve purulenta?.
Comparado con el dolor que tenía Jim, los dolores de un parto no eran nada. Asombrosamente, se le ocurrió acudir al hospital. El dentista se asustó al verle. ¡Daba asco!. Incluso éste tubo que ir a vomitar, quizás por la muela supurante o quizás porque estaba algo ebrio. ¡Pobre Jim, estaba en manos de un dentista alcoholizado!. Que mala suerte tenía Jim.
Y así pasaron dos semanas
¿que sería de Jim?
Desde mi ventana pude ver a una fila de fieles feligreses que acompañaban a un difunto en su camino a la que seria su última morada. Les seguí. Al llegar al cementerio pude leer en una de las tumbas: Tommy Berhl.
¿Qué os habíais creído? ¿Que era Jim? ¡Pues ya veis que no!
Jim, gracias a la Esencia divina, a base de clamoxiles y voltarenes (hago publicidad porque me sale del potorro) logró disminuir la inflamación y la infección, le quitaron los puntos que le había dado el dentista dipsómano y decidió que en un futuro ingresaría como funcionario en la administración pública, decisión que, todo sea dicho, jamás llegaría a cumplir, pues murió meses mas tarde de una gran úlcera gastruodenal.
Mientras su muela sanaba, su estómago y su duodeno morían lentamente por la abundante ingestión de fármacos.
Vómitos de sangre brotaron sin cesar del interior del pequeño Jim. Lo que antes fue una muela supurante se multiplicó por cien y desembocó en un estómago purulento que rechazaba el mal trato al que había sido sometido. Se podría denominar “Rebeldía estomacal”, pero todos, en nuestro interior, sabemos que se trato de una venganza, venganza engendrada por un estómago dolido.
MORALEJA: “Si el dolor atosiga, tampoco olvides tu barriga”.
Relato escrito por Amanda en 1998 cuando la extirparon sus molares, obvio!
El sentido de la vida: LA MUERTE
miércoles, 3 de septiembre de 2008
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el muñeco de la bego

a ver si lo trae
UMMMM... ESTÁ ES MAS ALEGFRE Y MAS ABAJO OS DEJO LA MEJOR..
AMANDA AMANDITA, MIRA TU NUEVA CASITA.... MIRA, ESTÁN FELIU Y OSOIDE...
PASA A VER AL LU

QUE TIENE UNA CASA CHULA
LU

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