Las palabras salieron de sus labios dejando helado el aire que las separaban del resignado oído que, atento, las grabó por siempre en su memoria. Un adiós no hubiese dañado tanto su autoestima como aquella inesperada declaración de desamor. No hubo lágrimas visibles. No hubo ninguna contestación. Ella se levantó presa de su orgullo y fingiendo indeferencia, se marchó. Y fue en aquel largo camino a casa cuando por su mejilla libremente rodó la nostalgia de aquella falsa quimera de la que tan bruscamente la acababan de despertar. Sonó su móvil. No era él, pero durante aquella trivial charla la salada gota se secó, dándose cuenta al instante de que quizá fuese cierto que le amó, pero que realmente nunca le necesitó.
Amanda Adams
De este relato, solo decir que falta la frase principal, pero para qué hablar de lo que ya ha muerto? Eso le pasa a Michael, Elvis y otros difuntos, no a frases asesinas...
Corramos un túpido velo....
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