LA DECISIÓN DE LA DIFUNTA AMANDA

Aveces lloramos en la oscuridad, donde nadie puede oírnos, tan aislados de cualquier ayuda que apenas nosotros mismos nos detenemos a escuchar nuestros lamentos.
Dicen que la depresión es el peor de los males, pero creo que es una consecuencia de una deficiencia en nuestras vidas, de un hueco sin fondo, un hueco con nombre de mujer del que todos queremos huir. Pero escapar puede resultar difícil, imposible como fue mi caso, puesto que al asomar una mano en la superficie y pedir ayuda, no es esto lo que se recibe. En su contra, siempre hay alguna suela, algún tacón dispuesto a pisar la mano y evitar así que salgas de nuevo.
Lo peor es que en numerosas ocasiones ese pie que induce a tu caída no es consciente de que te está pisando, puesto que no suelen dirigir sus miradas hacia abajo. Todo lo contrario, apenas te ven, no sólo porque no miren, si no mas bien porque no son conscientes del peligro que te envuelve, que te atormenta, que te obsesiona, pero sobre el cuál decides callar.
¿Y qué pasa luego, cuando cansado de sostener todo el peso con un brazo decides soltarte y dejarte caer?
Entonces todos miran y entonces, ven el hoyo.
Pero es tarde. Era un hueco cada vez más y más hondo y ya no te pueden ayudar porque inevitablemente has llegado hasta el fondo.
Y mientras caes sientes paz porque tu brazo se relaja, y lo que haya abajo... ¡qué mas da!. Lo importante es que ya no tienes que volver a gritar para llamar su atención e intentar que te oigan, ya no dependes ni de ellos ni de nada, y tu espíritu fragmentado por fin podrá descansar.
Amanda
desde el más allá.